El valle de Liébana, es una entidad geológica y paisajística muy diferenciada, porque sus límites están perfectamente definidos e incluso obligan a una aislamiento que determinó en el pasado la personalidad original de la comarca.

 




Se trata de un verdadero bacín hidrográfico, toalmente rodeado de altas montañas ( Picos de Europa, cumbres de León, Palencia y sierras de Peña Labra y Peña Sacra ) que por medio de los ríos Deva, Quiviesa y Bullón, vierten aguas al Cantábrico abriéndose paso a través del desfiladero de la Hermida. Por ello, un elemento siempre presente en el paisaje lebaniego son las cumbres, los altos picos que, como en ningún otro sitio de Cantabria, se alzan inaccesibles a alturas que parecen mucho más elevadas de las reales. Los valles de estos tres ríos, hundidos entre peñascos, recogen las concentraciones aldeanas que, con muy reducido número de vecinos, pueblan esta bellísima región que en otro tiempo, tuvo una vitalidad considerable y se proyectó hacia la meseta castellana como consecuencia de ser uno de los núcleos más importantes del reino asturiano.

 


La historia de Liébana viene también de muy lejos. A pesar de los neveros y glaciares de los Picos de Europa, el hombre prehistórico vivió en los valles bajos como lo atestiguan los restos que dejó en la cueva de la Mora, en Lebeña, o en la de Loja, ya en el Deva cercano al mar. Gentes de la Edad del Bronce y grupos Cántabros se establecerían también en estos valles que terminaron romanizándose , tal como nos lo prueban las estelas de Luriezo,Villaverde y Lebeña, si bien arqueológicamente poco sepamos de la intensidad de esta romanización. Protagonismo destacado y unidad indudable se apercibe en Liébana en los siglos de la Reconquista, por ser nuesta comarca un foco fuerte de repoblación foramontana. En los siglos VIII y IX ya nos consta la existencia de monasterios que debieron ser los verdaderos organizadores de la vida comunitaria.

En el siglo VIII se cita el famoso Beato de Liébana, culto personaje que, sobre el adopcionismo, tuvo enfrentamientos dialécticos con Elipando, obispo de Toledo. En el siglo X ya se perfila una organización condal que con los monasterios de Santo Toribio y Piasca, sobre todo, llevará la administración de la inicial sociedad lebaniega que, hasta el siglo XIII, se basa en una explotación agrícola y ganadera familiar más o menos dependiente de señoríos reales, condales o monásticos.

A partir del siglo XII esta vieja organización se sustituye con la creación de la Merindad de Liébana y Pernía, aunque en lo eclesiástico dependerá de la diócesis de León hasta que recientemente se incorporó a la de Santander. En Liébana ya el paisaje es toda una obra de arte, y esta belleza natural se ve en muchos casos ampliada por rincones rurales acusados de tipismo o por excepcionales monumentos que obligan a la visita de esta impresionante comarca muy difícil de olvidar.

 

 

Entre los muchos monasterios que poblaron la comarca lebaniega en la Alta Edad Media destacaba el de San Martín de Turieno, fundado por Santo Toribio, presbítero palentino hacia el siglo VI, que poseía entre sus reliquias un Lignum Crucis, que atraía gran cantidad de peregrinos. En el siglo XII cambió su nombre por el actual en honor a su fundador.

La iglesia monasterial comenzó a edificarse en 1265, sobre los cimientos de la primitiva. Presenta tres naves, cubiertas con bóvedas de crucería de altura similar. Los ábsides son poligonales, con el central más amplio que los laterales. A los pies se eleva la maciza torre prismática, en cuyo interior se encuentra un coro alto.

En el muro meridional se observan dos portadas:la principal con arquivoltas apuntadas y la del Perdón, que sólo se abre en los años de Jubileo.

La nave del evangelio comunica con la capilla del Lignum Crucis, construida en el siglo XVIII por el arzobispo de Santa Fé de Bogotá, don Francisco Otero y Cossío ( 1640 - 1714 ). Sobre el tramo central se eleva una majestuosa cúpula, decorada con gran profusión de motivos vegetales y figurados. También es reseñable el sagrario - expositor que exhibe en cruz de plata dorada la reliquia del Lignum Crucis y en el muro de la izquierda el lucillo con la estatua orante del fundador.


 


BIBLIOGRAFÍA: GARCÍA GUINEA, Miguel Angel. "Cantabria, Guía artística". Ediciones Estudio. 1991. Santander.

CAMPUZANO, Enrique. (estracto)"Sto. Toribio de Liébana " de "Patrimonio Arquitectónico Religioso de Cantabria". Fundación Santillana. 1990. Santander.