Se sabe poco sobre el origen de la iglesia de Bareyo, no han quedado determinados ni sus orígenes religiosos ni su edificación románica. Es posible que naciese como un pequeño monasterio particular en los primeros siglos de la repoblación medieval o que dependiese de otro de mayor categoría, que pudiera ser el de Santa María del Puerto

En el exterior se pueden apreciar por un lado los restos románicos bastante bien conservados y por otro los diversos añadidos que se han realizado, como son la torre, pórtico, sacristía y dos capillas góticas al norte. El románico se limita al ábside, capillas, laterales de crucero, que no se aprecian desde el exterior, y la torre de cúpula cúbica a cuatro aguas.

El ábside lo forman dos cuerpos horizontales y tres calles verticales separadas por semicolumnas de la misma altura del muro. En cada calle hay una ventana. La cornisa del ábside lleva dos bolas con caperuza y está sostenida por 15 canecillos, cinco por cada calle. El muro norte exterior del presbiterio conserva su terminación románica con siete canecillos, la cornisa del presbiterio sur los ha perdido, pero conserva este muro las huellas de una ventana románica cegada, pero que permanece en el interior de su estructura. La torre exterior que enmarca la cúpula es cuadrada y maciza, de dos cuerpos divididos por imposta.

Al igual que en San Román de Escalante, lo mejor de la iglesia lo encontramos en el interior, sobre todo en el ábside y presbiterio. Lo más impresionante nada más entrar es el ábside, bastante alto, cubierto con bóveda de horno. Lleva dos arquerías ciegas separadas por imposta moldurada.

De los muros interiores del presbiterio, sólo se nos conserva casi íntegro el del lado sur. Los dos debieron tener la misma composición o estructura: arco ciego, resaltado y peraltado, que nace de columnas angulares con su capitel y llega casi hasta el arranque de la bóveda.

Es de gran interés el pseudo-crucero, por su originalidad, se intercala entre el presbiterio y la nave. Lo forma un espacio rectangular que se abre, al norte y al sur, en sendas absidiolas semicirculares, originarias del visigodo de San Fructuoso de Montelinos.

El paso del presbiterio al pseudo-crucero se hace por medio de un gran arco triunfal, doblado y apuntado, sostenido por columnas entregas que acaban en capiteles. El paso a las dos absidiolas se hace igualmente por arcos apuntados y doblados que cargan sobre capiteles. El arco que se abre a la nave lleva también dos capiteles con hojas de palma.

Las cubiertas de la iglesia son: de cascarón u horno para el ábside; de cañón apuntado para el presbiterio; de cúpula piramidal soportada por dos gruesos nervios de corte rectangular que apoyan sobre ménsulas labradas para el pseudocrucero, y de bóveda de horno para las absidiolas. El resto de la nave ya no es románica, lleva bóveda de crucería estrellada.

La pila bautismal se halla colocada en la pequeña habitación que forma el piso bajo de la torre. Es la pila más bella de todo el románico montañés, sólo equiparable con la de Santoña y Santillana. Está formada por una gran cuba cuatrilobulada, monolítica de sólo 48 cms. de altura, pero que está colocada sobre un par de leones de 56 cms. de alto. El interior está tallado con acanaladuras, y al exterior, en sus paredes lobuladas, con palmas verticales, entrelazas de los llamados "nudos de Salomón", tallos en meandros con hojas inscritas, y entrelazas tupidos en cestería. En su día estuvo policromada y aún hoy conserva restos de color.

   
 

 


BIBLIOGRAFÍA: (autores varios) " Guía del Arte en Cantabria ". Diputación Regional de Cantabria, 1988. Santander

GARCÍA GUINEA Miguel Angel "Cantabria Guía Artística". Ediciones Estudio, 1988. Santander