El Siglo
de las Luces, esencial para el desarrollo de la crítica
teórica y la práctica política, no es tan
afortunado en la creación literaria. Los autores nacidos
en Cantabria participan activamente en la elaboración
del espíritu ilustrado en sus diferentes vertientes, mientras
Fernández de Bustamante indica la vinculación a
unas cada vez más confusas formas barrocas. Frente a esta
decadencia, los ilustrados propugnan una renovación de
la intelectualidad y formas de vida.
La Montaña, que había dado en el pasado una
nutrida cohorte de autores entregados al didactismo en sus diversas
facetas, vuelve ahora a estar presente con fuerza en los estudios
neoclásicos. La cultura, la erudición y la economía
son las líneas de fuerza dominantes en estas o 2bras,
desde el ensayo político hasta la traducción, considerada
ésta como la incorporación de nuevas formas de
saber.
El nacionalismo cultural, dedicado al mejoramiento del país, se
completa con el aumento de la conciencia regional, ya presente
en la centuria anterior, pero en estos momentos con vigor creciente
y con unas raíces historiográficas más serias
y menos anecdóticas. Los cronicones y los elogios de hidalguía
dejan paso a los intentos de mayor rigor historiográfico.
La relativa abundancia de escritores surgidos en esta región
a lo largo del XVIII y su importancia objetiva para los estudios
de ámbito nacional indican un paulatino proceso de desarrollo
cultural montañés que, con las más favorables
condiciones económicas de la centuria siguiente, serán
la base para el despegue literario posterior.
Pese al avance que se produjo en Cantabria a finales del Renacimiento,
nuestra región no dejó de tener un predominio campesino.
Durante el Barroco Cantabria vive un fuerte crecimiento demográfico
que provocó una densidad de población demasiado
elevada para los recursos naturales de que se disponían,
lo que supuso que en pocos años aumentara la emigración
como válvula de escape a la miseria.
La economía y la vida en general de la región durante
los siglos XVII y XVIII gira en torno al problema de la
subsistencia, difícilmente asegurable para una población
campesina. Esto hizo necesario la búsqueda de trabajos
complementarios con los que poder asegurar el vivir diario; los
oficios artísticos empezaron a jugar un papel fundamental.
La distribución geográfica de los centros artísticos
no es homogénea, sino que coincide con las zonas más
pobladas. Las zonas costeras no se centran en esta actividad,
son zonas muy expuestas a las epidemias y donde su población
podría conseguir ingresos de otras formas; tampoco las
zonas altas son focos artísticos. Los principales centros
serán los valles medios de la región, de donde procederán
la mayor parte de los artistas.
La mayor parte de los talleres se asientan en la parte oriental
de la región, para lo que influyó de forma decisiva
la existencia de vías de comunicación. Durante toda
esta época, el único acceso con Burgos, que era
el centro económico
y espiritual de Cantabria, fue a través del "camino
real" que iba por el puerto de Los Tornos, situando a las
poblaciones más orientales (Castro Urdiales y Laredo) en
mejor posición que el resto. Esta situación no varió
hasta 1753, año en el que se concluye la vía que
unía el puerto de Santander con Reinosa y de allí
con Castilla, y que marca el momento del verdadero despegue económico
de Cantabria. Esta obra fue fundamental para relanzar el comercio
marítimo de larga distancia, clave de la recuperación
económica.
También a mediados de siglo se sientan las bases para la
unificación territorial, administrativa y religiosa de
la región. En 1754 se crea la Diócesis de Santander
y en 1778 se autoconstituyó en Puente San Miguel la llamada
Provincia de Cantabria. Pese a este desarrollo, la vida cotidiana
y la cultura de la región se siguieron moviendo en un nivel
ínfimo pese alesfuerzo de las órdenes religiosas.
La incultura y la superstición no pudieron ser erradicadas. |