Vamos a tratar a continuación de la obra de once pintores originarios de esta tierra de Cantabria:Federico de Madrazo,Agustín Riancho,Casimiro Sainz,Manuel Salces,Luis Cuervas Mons,Federico Salces,Flavio San Román,César Abín,Ricardo Bernardo,Gerardo de Alvear y María Blanchard.Si, como parace evidente se hace muy difícil conformar escuelas de pintura cántabra, debemos destacar, pues la independencia y valentía de nuestros autores, cada uno de los cuales conecta la pástica de su tierra originaria con las corrientes internacionales a través de una investigación siempre personal.

Desde el último tercio del pasado siglo, cuando el artista encuentra una sociedad que le liberará en gran medida del encargo y se enfrenta con la naturaleza como temática inagotable, llegará el interregno del cambio de centuria, pintoresquismo, tradicionalismo y regionalismo, variantes todas ellas de semejantes intereses, y, por fin, hallará los pintores cuya evolución llevaría al conocimiento de las vanguardias históricas, integrándose de lleno en el rico panorama de opciones que inaugura el siglo xx.

Se trata sin duda de un periodo histórico de ruptura, un estadio finisecular en muchos sentidos parecido al actual. La difícil definición del presente momento artístico que ha constatado el declive de las vanguardias, la actualidad inusitada del historicismo y eclecticismo y la superación del racionalismo arquitectónico, nos lleva a reflexionar sobre nuestra supuesta condición posmoderna, desde cuyos presupuestos hemos asistido a una revisión crítica de conceptos tan establecidos como el de modernidad.

 

 

Se entiende que, desde finales del siglo XVII, los debates en las academias entre antiguos y modernos dieron origen a un periodo que pretendió romper con el discurso clásico al abandonar el ideal de perfección humanística y destruir la antigua imagen del mundo y del arte.Pero no hasta mediados del pasado siglo cuando Chateaubriand acuña la nueva "Modernité", encumbrada por Baudelaire a una categoría estética.La frase de Rimbaud "Il faut être absolutement moderne" se convertiría en estandarte de sucesivos movimientos renovadores.

En 1886 - fecha de la última exposición impresionista - comenzó una revolución radical.Las obras de arte no necesitarían en lo futuro imitar o representar objetos o sucesos naturales y el artista se interesará en componer un universo de signos, expresivos de su propia esperiencia."Pinto las formas como las pienso, no como las veo", ha dicho Picasso.

Para establecer la autoridad de sus objetos "ex novo" el vanguardista rechazó la tradición, tanto del modelo y función como de la técnica, llegando a abrazar tradiciones foráneas o arcaicas que habían sido desechadas por la estética clásica.

Sin embargo, sería incierto asegurar que estos fueron los caminos del arte en general o, en cualquier caso, de todo el arte.Es evidente que los géneros considerados tradicionales, retrato mural de tema religioso o político y pintura de género, conocieron en el marco cronológico que aborda esta obra una abundante práctica.

Afirmaba Eugenio D'Ors que "lo que no es tradición es plagio". Ciertamente el Movimiento Moderno y las Vanguardias Históricas gestaron su propia tradición de la que se ha alimentado el arte del siglo XX, esforzado, paradójicamente, en negarse a sí mismo la asunción de ese fecundo patrimonio de la modernidad a través de mecanismos de descalificación, como el que usa Clemente Greemberg cuando afirma "es evidente que todo lo que es académico es kitsch".

 



Hubo en estos años una práctica artística que continuó trabajando a partir de la tradición grecolatina y renacentista y, en muchos casos, se produjeron fenómenos de ósmosis como el de la pintura "clásica" de Picasso.

En esta línea se encuadran varios de nuestros artistas cántabros.Descuellan los paisajistas que se alejaron de la literaturidad del romanticismo en su opción por un arte realista.Pretendieron acotar la perennidad de una naturaleza siempre cambiante en el soporte convencional del lienzo, aspiración esta que la tradición había consagrado.A ello sumaron su investigación de las nuevas técnicas pictóricas, lo que les introdujo en la avanzadilla artística del momento. No es difícil al contemplar la evolución de Agustín Riancho captar la clasicidad de sus primeras realizaciones, contagiadas del paisaje tonal holandés, que desembocaría en la pseudoabstracción de sus obras finales, imbuidas de un esfuerzo de síntesis paralelo a las aportaciones vanguardistas.

Un proceso inverso define la creación de María Blanchard. Abrazó con prontitud la superación del modo de relación dimensional de un objeto con una superficie plana, según las convenciones espaciales renacentistas, que acometió el cubismo.No obstante el giro radical que dió su obra no puede ser calificado de regresivo - como lo enjuiciaría un invalidado concepto de progreso artístico-. Su vuelta al figurativismo muestra una coherencia con su anterior período cubista, un sistema de representación que no prescindió nunca de referencias al mundo natural , y con sus nuevos intereses temáticos "humanísticos".

Las palabras del arquitecto Philip Johnson "We cannot not Know history" - no podemos no conocer el pasado - son expresivas de nuestra reivindicación. Conviene aproximarse, como harían sus contemporáneos esteticistas, a este fragmento de nuestro pasado cultural, observando la belleza de unas obras de arte que no renunciaron a la tradición occidental, pero fueron enjugando muchas de las constantes innovaciones surgidas durante el periodo, y, cuya vigencia se torna mayor día a día.
No será necesario añadir que están, además cargadas de palpitaciones sentimentales para todos aquellos que sentimos el latido de nuestras raíces, como "natio", como pueblo diferenciado.


BIBLIOGRAFÍA:"Cien Años de Pintura en Cantabria (1815 - 1915)". Diputación Regional de Cantabria. Instituto del Patrimonio Histórico y Monumental de Cantabria. 1988. Santander.